Sentada en la Plaza de Armas de Lima por Domingo Leiva. |
Interesante pregunta si
se la ve desde una perspectiva más profunda. Para ello, me gustaría hacer
mención de forma breve pero clara de aquella ciencia que nos facilitaría la
respuesta. Esta es la Ciencia del Desarrollo, disciplina que basa su trabajo en
estudiar la forma en que somos los mismos -continuidades- o seguimos reflejando
nuestro pasado y los cambios sistemáticos que experimentamos desde que el
espermatozoide del padre penetra en el óvulo de la madre dando origen a un
nuevo organismo -concepción- hasta la muerte (Shaffer y Kipp, 2007).
Las ciencias del desarrollo se abocan al
estudio de fenómenos que implican las continuidades y los cambios que
experimentamos del "seno materno hasta la tumba". Estas ciencias son:
la biología, antropología, sociología, educación, medicina, etc., siendo la más
grande de ellas la Psicología del Desarrollo. Es así que podemos afirmar que la
ciencia del desarrollo es multidisciplinaria y los estudiosos del desarrollo
son todos aquellos que, sin importar su disciplina, tratan de entender el
proceso evolutivo.
Habiendo aclarado estos puntos sumamente
importantes (recurriré y me basaré en conocimientos de este campo a lo largo de
mis publicaciones) regresamos a la pregunta inicial - ¿Quién es un adulto
mayor? - La Psicología del Desarrollo cataloga a todos los individuos
superiores a 65 años como adultos mayores, siendo ésta, desde luego, una
aproximación arbitraria pero dada en consenso. Desde una perspectiva más
humanista, Séneca (1990) también la define como: " La edad avanzada está
llena de satisfacciones (...) la verdadera vejez no se relaciona con los años y
sí con la sabiduría".
Es cierto que los adultos mayores son
individuos que poseen edades relativamente iguales entre ellos, pero más que
eso, considero que son seres que merecen disfrutar una vida plena de momentos,
experiencias y vivencias alegres, pues ellos también merecen sonreír.
Las pocas personas que me conocen podrían
catalogarme como alguien muy observador, opino que están en lo cierto.
Trato constantemente de comprender todo aquello que me rodea, ora personas, ora
objetos. Es ese rasgo que me permite no sólo caminar por las calles del centro
de Lima, sino observar a esos "abuelitos" con dificultades para
levantar objetos, con la cabeza agachada, algunos dormidos esperando que
alguien les compre una barra de caramelos o algún cigarrillo de marca. Me es
imposible no percibir su lentitud al caminar o su concentración al dar migajas
de pan a las palomas que posan a sus pies provenientes de los techos más altos
de las iglesias circundantes.
Pero el Perú no es Lima, y como ellos,
existen 2 millones 700 mil adultos mayores en el país lo que representa el 9%
de la población total (INEI, 2012). Uno de ese total se ubica a 3.827 metros
sobre el nivel del mar, en Puno. Cerca de la frontera con Bolivia, al costado
de la barra oxidada de color amarillenta con toques de negro que los
divide, encontramos a Don Alberto, un hombre peruano, a veces
boliviano. Tratando de vender unos panes de maíz y de yema que sólo su
esposa logra elaborar - deliciosos por cierto- empero el frío es
fuertísimo, y lo veo cubierto con un chullo, chalina y una melena chompa
gastada que, personalmente, no me lograría proteger contra el clima.
Estas pocas observaciones son las que hacen
que me pregunte… ¿Quiénes velan por ellos?